Historias del camino: la leyenda de San Virila

Esta leyenda transcurre a finales del S.IX, poco más tarde que el descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago. No obstante no está reflejado literariamente en los medios cistercienses hasta el S.XII y cuenta una pequeña historia de éxtasis espiritual.

La historia relata que una tarde de primavera, el Abad del monasterio de Leyre, llamado Virila, decidió dar un paseo por el magnífico bosque que rodea al monasterio. El Abad fatigado tras el trayecto, decide descansar junto a una fuente. Durante los momentos de reposo, el hombre escucha el cantar de un ruiseñor que le llama la atención y le distrae de su lectura. Tan hermoso le pareció el canto, que el Abad quedó tan absorto y relajado, que terminó quedándose dormido.

Tras la larga siesta, consiguió regresar al monasterio, pero a su parecer no era el mismo, lo veía más grande y diferente desde la última vez, y tampoco entendía cómo había nuevas dependencias anexas al lugar. Cuando entró en el monasterio, no reconocía a los monjes ni ellos a él, por lo tanto dijo que era Virila, el Abad, pero nadie sabía quién era realmente hasta que buscaron en los archivos antiguos y encontraron, efectivamente, que Virila había sido Abad hace 300 años, y que había desaparecido en el bosque.

Esta noticia causó mucho revuelo en el convento y salieron todos a rezar a la capilla, y en pleno Te Deum de acción de gracias se abrió la bóveda de la iglesia y se escuchó:

“Virila, has pasado trescientos años oyendo extasiado el canto de un ruiseñor y te ha parecido un breve instante. Imagina cómo será la aventura vivida en el Cielo contemplando la Gloria del Altísimo con todos tus sentidos, en modo que gozarás la dicha eterna sin lugar para la fatiga ni la hartura”

Después de este misterioso evento, un ruiseñor entró volando a la capilla con un anillo abacial en el pico que colocó en el dedo de Virila y así fué nombrado Abad del convento hasta que algunos años después murió en el año 950 d.c